Venga usted, le dijo el dueño del almacén al primer empleado que tuvo a la vista. Necesito que me redacte un aviso.
__¿Redactar? A mi se me ha olvidado por completo.
__A ver usted, entonces.
__Bueno, contesta el otro. En cuanto a redacción lo hago muy bien. Pero no garantizo la ortografía.
El jefe empieza a poner cara agria. Y se dirige a la mecanógrafa, quien parece muy ocupada en su escritorio:
__Redácteme, por favor, señorita un aviso.
__¿Yo? si de lo que se trata es de copiar, estoy lista. Pero hacer un aviso… francamente no sé.
__¿Qué se ofrece? pregunta acercándose un joven muy acicalado y con prematuros humos de gerente.
__Redactar un aviso responde el jefe. Hágalo!
Y apareció en la vitrina en la siguiente forma:
Gran realización
Aproveche
Relojes de oro para caballeros de dieciocho quilates; calzado para señoras de charol; pulseraspara señoritas de plata; sombreros para niños de paja; relojes para estudiantes con tres días de cuerda; cintas para damas multicolores; tirantespara hombres elásticos; trípodes para pintores de madera; delantales para amas verdes de casa;chompas para chóferes de cuero; asientos paraempleados cómodos; mesas para personas de cuatro patas.
El aviso fue colocado en la vitrina principal. la gente miraba con curiosidad se reía y proseguía su camino.
Un amigo del dueño del almacén le hizo notar los disparates y él muy enojado, exclamó:
__Por lo visto aquí nadie sabe redactar un simple aviso. ¡Miren en la vergüenza en que estamos!
__Mañana mismo, agregó encontraré un profesor para que en horas extras venga hasta aquí a darles unas clases de gramática y les deduciré del sueldo el precio del servicio.
__¿Y al alcalde quién lo ronda? murmuró a lo lejos uno de los aludidos.
__Qué quiere decir usted con eso? preguntó él, entre curioso y colérico.
__Que el dueño también necesita que le refresquen sus conocimientos de castellano.
__¡Valiente descubrimiento!, replico él. ¡Pues claro! ¡El primer matriculado en ese curso voy a ser yo!.