Clemence Housman – La mujer lobo

Nombre: The were-wolf (La mujer lobo)

Autor: Clemence Housman

Año: 1896 – En español ha sido traducida un par de veces. La primera para la revista Relatos de Terror y Espanto en 1972, y la segunda, ya en 2007 (y 2011), para un par de antologías de horror de Valdemar.

País: Reino Unido

Clemence Housman fue una escritora e ilustradora (por medio de grabados), muy activa en los movimientos sufragistas de finales del siglo XIX y principios del XX en el Reino Unido. Hermana del poeta y estudioso A. E. Housman y del dramaturgo, ilustrador y escritor (de cuentos fantásticos) Laurence Housman, vivió casi toda su vida junto a éste último, colaborando a menudo en obras que uno escribía y el otro ilustraba.

Su producción literaria es escasa pero de gran importancia. Incluye tan sólo tres obras de cierta extensión: «The were-wolf» (1896), «Unknown sea» (1898) y «The life of Sir Aglovale De Galis» (1905; su única novela, una narración cimentada en las leyendas artúricas). La primera de ellas constituye sin duda una obra cumbre del horror gótico, y quizás la primera gran historia sobre un licántropo desde una perspectiva moderna (se trata de un «personaje» presente en la literatura desde la antigüedad griega).

Por lo que respecta a la figura del licántropo, quizás el antecedente más pertinente sea el penny dreadful «Wagner, the Wher-wolf», publicado entre 1846 y 1847 por el prolífico George W. M. Reynolds, e incluso podemos encontrar una mujer-lobo en un episodio de «The phantom ship», de Frederick Marryat (1837-1839), aunque en realidad el arquetipo no se popularizaría realmente hasta la eclosión de literatura pulp, a comienzos ya del siglo XX, con toda una mitología moderna construida en torno al folclore tradicional.

La historia de «The were-wolf» es bastante simple. Una comunidad rural, en un norte inhóspito, recibe la visita de una extraña mujer que se hace llamar White Fell (algo que se podría traducir como Pelambre Blanca, haciendo referencia al abrigo de piel que viste, o más ominosamente como Muerte/Crueldad Blanca). La mujer es recibida amablemente por todos, y en especial por Sweyn, que queda prendado de ella, pero cuando el hermano gemelo de Sweyn, Christian, llega a la granja, descubre las pisadas de un gran lobo deteniéndose ante la puerta, lo que lo hace sospechar de la escondida naturaleza salvaje de White Fell.

Sus elucubraciones, por supuesto, son muy mal recibidas por Sweyn, que las interpreta como un ataque de celos, y antes de la medianoche, cuando supuestamente la bestia debería mostrar su auténtica naturaleza, White Fell desaparece de la granja para consternación de casi todos. Poco después, el pequeño Rol, a quien la mujer había concedido sus atenciones, desaparece en el bosque sin dejar rastro, lo que no hace sino alimentar las sospechas de Christian… y ello a su vez alienta el resquemor de Sweyn.

Resulta, además, que pese a ser gemelos, los hermanos, como suele ser el caso, no son exactamente iguales. Sweyn es más hermoso, más atlético, posee mayores dotes de liderazgo. Christian, de hecho, sólo le supera en una cosa, como corredor infatigable, pero gracias a una personalidad afable siempre ha aceptado una posición subordinada ante su más favorecido hermano… hasta la irrupción de White Fell en sus vidas.

Una nueva visita de la extraña mujer, y tras ella una nueva desaparición misteriosa. Avivan las emociones, y cuando Christian es testigo de las atenciones que White Fell prodiga a Sweyn su preocupación alcanza las más altas cotas, lanzándolo a una persecución que sólo puede calificarse como épica (de hecho, me recuerda vivamente la del relato de Howard «La hija del gigante helado»), y que concluye de forma inexorablemente trágica, con patentes sublecturas alegóricas religiosas (para nada sorprendentes dado el nombre del corredor).

En su ensayo «El horror sobrenatural en la literatura», Lovecraft mismo alabó la tensión del relato y la atmósfera casi mítica que sabe evocar, a lo que yo añadiría lo bien escrito que está, el modo en que sabe jugar con las emociones del lector y generar esa sensación de horror a la que toda narración de terror aspira, recurriendo además a un mínimo absoluto de violencia explícita (anque cuando es necesario no se corta un pelo).

Al igual que con «Carmilla«, nos encontramos con una imprescindible versión femenina de uno de los monstruos góticos clásicos, aunque por alguna razón la creación de Clemence Housman es mucho menos conocida que la de Sheridan Le Fanu (quizás porque este último escribió muchos más cuentos de terror… quizás simplemente porque Le Fanu era un hombre). También puede leerse sin ningún tipo de dudas como un precursor directo de la espada y brujería (aunque con un nivel literario muy por encima del que sería habitual en el género), con el horror surgiendo tanto de los elementos sobrenaturales como del conflicto psicológico entre los dos hermanos.

En cuanto a su faceta feminista, tal vez sorprenda hoy en día esta consideración, pues a fin de cuentas el papel de White Fell no se aleja mucho del de mujer fatal, tan a menudo explotado en décadas posteriores por una ficción a menudo misógina. En el momento en que se escribió «The were-wolf», sin embargo, lo que buscaba era romper con el rol tradicional de la mujer (incluso en el gótico femenino, donde abundaban las «heroínas» que no hacían otra cosa que pensar en casamientos y desvanecerse a la menor ocasión).

El propio título del relato es muy indicativo. «Were-wolf» significa literalmente «hombre-lobo» (siendo «Wer» una forma arcaica, anterior a «man», para referirse al ser humano masculino). Aplicado a un mujer, le otorga cierta cualidad masculina, la independiza de la visión de lo femenino impuesta por la sociedad. De igual modo, su crueldad con quienes se relación con ella puede intepretarse como una declaración de independencia con respecto a los hijos (el pequeño Rol), la madre (su segunda víctima) y el esposo (Sweyn). El que a la postre sucumba víctima de una figura alegórica de Cristo sugiere un crítica, muy posiblemente inconsciente, contra el carácter patriarcal del cristianismo (aunque desde una perspectiva general no deja de ser una alegoría positiva).

Fuente: Sergio en abril 2, 2016.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *